En las grandes fundiciones de acero, cuando las chispas de la muela abrasiva al chocar con la superficie del metal se desvanecen gradualmente, la finalización del proceso de rectificado no es el final. La batalla posterior para salvaguardar la calidad y aumentar el valor acaba de comenzar.

Las virutas de metal, las partículas abrasivas y los residuos de aceite que quedan del rectificado actúan como focos invisibles de grietas. Si no se eliminan completamente, pueden causar descascarillado del revestimiento, corrosión electroquímica e incluso concentración de tensiones durante el pintado o el tratamiento térmico posterior. El rectificado puede alterar la distribución de tensiones en la superficie de la pieza fundida e incluso enmascarar defectos iniciales. Tras la limpieza, comienza el riguroso proceso de inspección de calidad. No se trata solo de revisar los resultados del rectificado, sino también de verificar la calidad general de la pieza fundida. Los inspectores utilizan diversas herramientas, como calibradores, plantillas, detectores de defectos ultrasónicos y equipos de inspección por partículas magnéticas, para volver a medir las dimensiones clave de la pieza fundida y garantizar que cumplan con las tolerancias de embutición requeridas. También inspeccionan cuidadosamente la superficie en busca de defectos como sobrerectificado, microfisuras, poros e inclusiones de escoria. El acabado y pulido de piezas fundidas de acero de gran tamaño no es el final de la fabricación. Una serie de tareas posteriores, como la limpieza, la inspección, la protección, el etiquetado y el embalaje, constituyen una cadena completa, interconectada e indispensable.